
Foto: Pixabay.com
Nube híbrida. Tener nuestros datos e información almacenados en servidores en la red tiene muchísimas ventajas. Las empresas se han sumado a esta modalidad, pero también muchas gastan millones de euros en “en infraestructuras on‐premise”, es decir privadas y pagas. Se sabe que aún hay muchas dudas sobre la seguridad de este tipo de servicio en la versión pública, pero los avances tecnológicos han permitido que la brecha sea menor.
Es entonces cuando el auge de la llamada nube híbrida se hace presente. Se trata de una combinación de entornos distintos para ejecutar las aplicaciones. Es emplear a su vez una nube pública y una nube privada. Por ejemplo, de esta manera se pueden aprovechar servidores on-premise y alternativas públicas como Google Cloud.
Son varias las ventajas de la estructura híbrida. Entre ellas se encuentra el poder de decisión sobre el alojamiento de una aplicación y en qué sitio poner andar las operaciones digitales híbridas. Tener esta opción puede permitir mejoras en la privacidad. Además, aseguraría que que una aplicación regulada cumpla con los requisitos que correspondan.

Foto: Pexels.com
Con una nube híbrida se pueden beneficiar las aplicaciones que se distribuyen en ubicaciones remotas. La latencia puede reducirse y a la vez se mejorará el rendimiento. Por ejemplo, cuando una aplicación necesita latencia baja las operaciones se dan cercanas a usuarios finales.
Igualmente, hay una mayor flexibilidad. Se puede usar el entorno público o el privado que se desee según los requerimientos. Por ejemplo, al usar contenedores, es posible elaborar aplicaciones que se transfieran y así trasladarlas de manera sencilla de un tipo de nube a otra. El panorama se amplia.
Otro factor de gran importancia es la inversión. Añadir un servicio de nube pública, además del servicio pago, no sube los costes de centros de datos. Esto significa mejorar el retorno de inversión, pues se ampliará la cabida del cloud computing sin gastos extra.